Dios no me dejo morir.
Cuando mis padres se divorciaron era muy pequeña, que iba a saber una niña de 4 años sobre alcohol, infidelidad o problemas conyugales. Lo único que sabía es que mi padre no estaba más conmigo.
Conforme paso el tiempo no lo volví a ver hasta los 12 años, muchas veces le pregunte a mi madre por mí papá, ella jamás me hablo mal de él; pero solo evadía mis preguntas y decía que algún día lo entendería.
Fui creciendo con un vacío dentro de mí y con su ausencia, lloraba muchas veces por él en las noches porque no sabía que había pasado con mi papá. Vivía con mis abuelos y sabía que mi madre no era feliz, ella trabaja tanto recuerdo que salía de casa a las 5:30 de la mañana y llegaba en ocasiones hasta las 10:00 de la noche para poder pagar la colegiatura de mi escuela pues siempre quiso darme lo mejor.
Debido a las circunstancias aquel vacío iba creciendo cada vez más, iba a lugares que no debía hasta que trataron de abusar sexualmente de mí, el odio y el rencor hacia mis padres creció porque me sentía sola, y les echaba la culpa por lo que me había ocurrido.
El único lugar donde me sentía bien era en la escuela con mis amigos pero al llegar a casa era un tormento porque siempre estaba sola, triste, a veces ni si quiera me daban ganas de comer, lloraba en mi cuarto sin saber porque me paraba frente al espejo y me sentía fatal una desesperación terrible; me jalaba los cabellos y me golpeaba sola. No había con quien desahogarme decirle a mis amigos como me sentía era un suicidio social.
Aquel vacío creció tanto que deseaba la muerte. Pensaba que si moría dejaría de ser una carga para mi madre y que a nadie le afectaría. Estos pensamientos cada vez abundaban más y más en mi cabeza, mis dibujos solo eran la muerte y ojos llorando, trataba de gritar pero hasta el silencio era más fuerte que yo.
Me hablaban de Dios y me daba coraje, pues creía que ni si quiera el me quería; pues no me permitía morir.
Llego un día que la soledad se había apoderado de mi deje de hablar con mis amigos y pase andar sola por los pasillos de la escuela con un aspecto que daba miedo, tan flaca, pálida, mi cara marcada de ojeras pues duraba días sin dormir, y cuando llegaba a conciliar el sueño eran pesadillas que hasta me daba miedo que llegará la noche, usaba pura ropa negra para que no vieran mis moretes y marcas en la piel, apenas y hablaba hasta parecía que había perdido la voz.
Un día había decido terminar con ese vacío de una vez por todas fui a la cocina donde estaban todas las medicinas y comencé a tomarme algunas. Pero aun no era mi momento de morir, Dios uso a mi hermano para que llegará justo a tiempo, me tomo del brazo con tanta fuerza que me obligo a vomitar todo lo que había consumido. Quedo al pendiente de mi todo ese día (mis padres ni se enteraron).
Mi madre y mi padrastro comenzaban asistir a la Iglesia Universal del Reino de Dios, la acompañe al principio más por compromiso que por voluntad propia. Es tan linda mi madre que me obligo a quedarme en el grupo de jóvenes. Aun sin entender nada miraba aquellos jóvenes cantando a Dios, brincando tan felices como si no tuvieran problemas. Y decía entre mi de que manera ellos me van ayudar si tanta alegría que miraba me provocaba náuseas pues se me hacia algo tan falso e indigna de estar ahí con ellos.
Pero cada domingo ahí estaba con mi cara de mal humor. Hasta que mis lágrimas se volvieron sonrisas, mi tristeza en alegrías y aquel vacío fue lleno de amor. El odio, el rencor la desesperación desaparecieron junto con todos mis deseos de morir. Aquel espíritu que estaba en ellos fue trabajando poco a poco en mí, sus carcajadas me contagiaron, su buen humor me invadió lentamente, mis heridas fueron sanando y pase a conocer a mí mejor amigo, ¿quieren saber quién es? El Señor Jesús.
Nota: Si mi hermano no me hubiera obligado a vomitar,
mi alma estaría en un lugar de sufrimiento por toda la eternidad.
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Ahora yo estoy liberada, sigo asistiendo a la Iglesia y ayudando a los jóvenes y adolescentes que llegan con los mismos problemas que yo tenía antes. Le agradezco a Dios por esta oportunidad tan grande que medio pues hoy tengo ganas de vivir y disfrutar a mis dos familias pues mi papá se volvió a casar e igual que mi mamá.
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