¡Exhortar! ¡Exhortar! ¡Exhortar!

¿Qué haces cuándo alguien te exhorta? Quedas respondiendo, agradeces, te molestas, lloras, te indignas, meditas, peleas, etc.
La manera de reaccionar no siempre es la misma. Queriendo dar un buen mensaje  investigue primero que es la palabra exhortar y es incitar a alguien con palabras, razones y ruegos a que haga o deje de hacer algo.
La persona que reprende tiene que reprender el error, exponerlo claramente sin prejuicios  y ayudar a corregirlo con alguna orientación o incentivos para mejorar la situación de la otra persona.
¿Por qué digo esto? Porque la mayoría de las veces la persona que exhorta solamente condena el mal o crítica sin ayudar el crecimiento ya sea espiritual o personal de la otra persona.
"Predica la palabra: insta a tiempo y fuera de tiempo: redarguye, reprende; exhorta con toda paciencia y doctrina" (2 Timoteo 4:2)
En la palabra de Dios nos enseña que quien predica la palabra tiene que exhortar con paciencia. Ya que no se trata solo de exponer el error y reprender, el trabajo es mucho más que eso.

"Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en doctrina, mostrando integridad, honestidad, sinceridad, palabra sana, e irreprochable..."(Timoteo 2:6-7)
Las cartas a las siete iglesias que vienen en apocalipsis nos proporcionan un excelente ejemplo de una buena combinación de hablar lo bueno antes de exponer lo malo y exhortar. Hay muchos jóvenes fieles, que luchan diariamente en contra de sus debilidades de no caer en tentación. Están dedicados al Señor y su obra; es urgente que ellos reciban aliento para con­tinuar en la lucha y no desmayar. Merecen nuestra ayuda en cada exhortación.
Necesitan una instrucción apropiada a su estado espiritual. Se requiere un alimento bien preparado. Hay una gran diversidad de temas bíblicos y el que enseña o exhorta no debe ser esclavo de solamente unos cuantos temas predilectos. Vuelvo a la misma pregunta ¿Por qué digo esto? Porque Lamentablemente muchos de los jóvenes y adolescentes dependen casi totalmente del líder, del pastor, maestra o persona encargada del grupo para su alimentación espiritual. Algunos no tienen la biblia; otros que la tienen no toman el tiempo ni la molestia de si quiera abrirla. Entonces el alimento que reciben es la que dan en las reuniones de la iglesia.
Líder, ¿qué están comiendo los jóvenes donde usted predica? ¿qué tan variada está la dieta? Es muy bueno que los jóvenes estén enterados de varios errores doctrinales, pero deben oír también las lecciones que instruyen y alientan como seguir luchando por sus sueños. Es necesario recordarles de los muchos ejemplos bíblicos de fe, de amor, de valor, y muchas otras virtudes que debemos imitar.

¿Estamos predicando solamente temas sobre la salvación? ¿Estamos predicando el bautismo a los jóvenes que hace años se bautizaron ya? ¿Hablamos solamente de la santa cena a los que tienen años de estar tomándola fielmente? ¿Hablamos de los errores cristianos cuando no hay convertidos en la audiencia? Desde luego, tenemos que instruir a los jóvenes acerca de toda clase de error para que estén prevenidos y para que puedan instruir a otros. Pero también es necesario enseñar a los que están presentes, a los más nuevos, en lo que les puede ayudar más en su vida espiritual, más vitalidad y más ánimo; pues tienen problemas en sus vidas, dificultades de toda clase, y necesitan mucha fuerza espiritual para poder vencer los problemas y llevar vidas tranquilas. Es necesario llevar sus vidas a los pies del Señor Jesús.

 Existen las ganas de predicar mucho sobre ciertas diferencias entre la iglesia del Señor y las sectas y de sentirnos muy satisfechos por haber "predicado el evan­gelio puro". Podemos hasta predicar los diez pasos rumbo a la salvación y pensar que "ya cumplí con mi deber". Pero el trabajo de Dios y el nuestro es el de "deshacer las obras del diablo" (1 Juan 3:8). 
 

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